To work or not to work

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Me dispongo a contar la historia de lo que me ha ocurrido hace unas semanas. En fin, me parece un capítulo curioso de mi existencia y quiero compartirlo.

Todo empieza el primer día después de volver a la ciudad. Es importante remarcar que mis padres estaban ausentes toda esa semana. Cuando no están no siento ningún tipo de presión sobre los actos de mi vida, ya que no hay nadie que los vaya a juzgar constantemente. En resumen, soy más libre.

Entonces estaba en la calle por un camino por el que no debería estar yendo (¿pero qué más da, si no hay nadie esperandome en casa? Puedo llegar cuando quiera.) y vi un cartel pegado en una farola.
Decía que buscaban personas para un puesto de trabajo, que no era necesaria experiencia previa y que tuviera buen trato con el público.

Sé que estoy estudiando, y dada la dificultad de mi carrera, buscar trabajo porque sí es bastante estúpido. El tiempo es un bien escaso y no es cuestión de derrocharlo de cualquier manera. Aún así, la curiosidad por ver qué tipo de trabajo ofrecían con tanta facilidad me pudo y llamé al teléfono que indicaba el cartel.

Lo cogió un señor con acento sudamericano. Lo único que me dijo fue una dirección, una fecha y un código para ir a la entrevista de trabajo. La fecha resultaba ser la mañana siguiente y en ningún momento volví a tener trato con ese señor.

A la mañana siguiente decidí acudir (ni siquiera me había dado tiempo a afeitarme después de todo) a la hora que me dijeron. Por suerte para mí no había que entregar currículum, aunque eso a la vez me parecía extraño. Nos llamaban de 7 en 7 a un despacho para entrevistarnos a todos a la vez. Así era todo más rápido nos dijeron.

Una vez en la entrevista uno a uno nos hacían dos preguntas sencillas (después de los datos personales): ¿A qué se dedica ahora? ¿Se ve capacitado para ejercer este trabajo sabiendo que tendrá un trato constante con el público?

Me llamó la atención la respuesta a la primera pregunta. De 7 personas que éramos, 5 confesaron estar en paro, un hombre dijo que tenía un trabajo que intentó explicar pero no quedó muy claro lo que hacía, y yo dije que estaba estudiando ingeniería química.
Todo el mundo decía que tenía disponibilidad total y yo especifiqué que tenía disponibilidad parcial y que probablemente algún día a la semana no podría asistir. El hombre de recursos humanos me dijo que no me preocupara, que eso ya se arreglaría más tarde. Yo empezaba a preguntarme qué hacía ahí.

Sobre la segunda pregunta, todo el mundo (yo también) dijo que estaba más que capacitado y cada uno intentaba justificarlo de una manera más impresionante que el anterior. Fue bonito ver ese reto  entre todos pero, en fin, ¿qué esperan? ¿Que alguien diga: "No, tiene razón, no estoy capacitado para el puesto.", se levante y se vaya de la sala?

Tras la ronda de preguntas nos explicaron que esa era la primera fase de la entrevista, de donde de 50 personas seleccionarían a la mitad más o menos y esas personas pasarían a la segunda fase, que consiste en ver de primera mano en qué consiste el trabajo y si lo vemos adecuado, lo cogemos.

Sí, nos habían explicado lo que era, pero más tarde descubrí que esa gente tiene una gran capacidad para decir las cosas como son sin que te des cuenta de que son así. Es por eso que no había quedado muy claro a qué tendríamos que dedicarnos si cogiéramos el puesto de trabajo. (Cuando llegue el momento lo explicaré bien.)

Dijeron que llamarían durante las próximas 24 horas a los seleccionados, así que durante esa tarde y la mañana siguiente estuve atento al móvil igual que si estuviera esperando mi carta de acceso a Hogwarts.

No llamaron.
Tampoco era un drama. Al menos ya había tenido la primera entrevista de trabajo de mi vida. Siempre hay que sacar experiencias positivas.

El caso es que SÍ que llamaron. Pero dos días más tarde, lo cual no entendí. Esta vez me llamaba otra persona distinta. No era ni el sudamericano del principio ni el hombre de recursos humanos. Me citó a la tarde siguiente en una calle y me pidió que acudiera con buena presencia.

Y así fue. A las 4 de la tarde del día siguiente (ya me había afeitado) conocí al que hubiera sido mi equipo de trabajo si hubiera cogido el puesto (aunque al final expondré mis teorías escépticas).
Bien, llegados a este punto es necesario desvelar a qué estaba ofreciendo mis servicios (intentaré explicarlo bien):

Nos estaba contratando una empresa de nombre Progedsa, que por lo que nos explicaron al principio es una empresa que se dedica a tener gente contratada para luego repartirlas a otras empresas más grandes que necesiten empleados. En nuestro caso ibamos a trabajar para Iberdrola como asesores para atención al cliente.
Suena genial dicho en un despacho. Hacer sentir cómodo al cliente, y si se le puede mejorar el servicio, se le mejora.

En el mundo real lo que teníamos que hacer era ir casa por casa pidiendo la última factura del gas para ver el tipo de tarifa que tiene el cliente y si era una en concreto, se le ofrecía un 30% de descuento en su consumo de gas, para lo cual tiene que firmar un contrato.

Yo personalmente, cuando estoy solo y llaman esos a mi casa bajo el volumen de todo lo que pueda estar haciendo ruido y me quedo quieto hasta que considere que se han ido.
No me sorprende que el responsable de la compañía nº1 de energía en España no quiera ser responsable de que suenen todos los timbres del país para ver una factura. Por eso existirá la empresa intermedia.

Volviendo a la situación, ahí estaba mi equipo, formado por tres personas: el responsable del equipo, un hombre con el que no traté mucho y supuse que llevaba dos semanas como mucho haciendo eso, y un chico de mi edad (vaya coincidencia).

El objetivo de aquella tarde era que yo viera en qué consistía el trabajo y decidiera si quería hacerlo, así que me pusieron de acompañante del otro chico, que poco a poco me iba explicando cómo funcionaban las cosas.
Era un chico bastante simpático. Lo malo es que no dejaba de pensar que me habían puesto con él simplemente para que me viera identificado de alguna forma y me sintiera a gusto y aceptara el trabajo.

Le hice muchísimas preguntas. La mayoría relacionadas con la legalidad de lo que estábamos haciendo. Supongo que lo que me respondía era lo que le habían enseñado que tenía que responder si algún cliente se lo preguntaba. De hecho en varias ocasiones me dijo que me había contado demasiadas cosas y que no le dijera al responsable nada de eso por si acaso (¿saber demasiado? sospechoso...).
Esa gente recibe una formación muy buena cada día según lo que he escuchado y he visto. Tuve el (¿privilegio?) de acompañar un rato al responsable del equipo y vi delante de mi cómo convenció a un hombre que no quería casi ni siquiera abrir la puerta para que hiciera todo el procedimiento que tenía que hacer y firmar el contrato final.

Eso es psicología pura y dura. Les enseñan a decir lo que tienen que decir del modo adecuado. Algunos de esos "trucos" me los explicó el chico con el que fui y, sinceramente, lo único que me da lástima de no estar ahí es que estoy seguro de que habría aprendido muchas cosas útiles en esas clases que dan todas las mañanas a los empleados.

Se hicieron las 8 y me quedé solo con el responsable del equipo. Yo no dejaba de tener la impresión de que era todo una especie de montaje para que yo estuviera a gusto y viera que era fácil hacer el trabajo.

Entonces me explicó el horario que tendría que seguir, ya que pedí ir por las mañanas y me comentó el tema del dinero que cobraría.
El trabajo era 100% comisión, y todo depende del número de contratos que consiguiéramos firmar al mes. La verdad es que el dinero que decían que pagaban era una locura si era cierto (sospechoso de nuevo...) y a medida que me daba más información de cómo conseguir dinero me di cuenta de que la empresa tenía una estructura totalmente piramidal.

Por lo que me explicaba, si yo traía a alguien a la empresa, yo siempre ganaría un pequeño bonus por cada logro que hiciera él. Extrapolando eso e interpretando lo que se le escapó al chico entendí que por mi trabajo se beneficiaba sobre todo el responsable del equipo, y en las sombras Jonathan (el sudamericano del principio) al cual nunca he llegado a conocer. Asimismo, yo podía ser beneficiado de la misma manera si llevaba gente y la contrataban.

Una vez, viendo una serie (no recuerdo cuál exactamente, aunque juraría que fue "The Office") explicaban que una empresa con un esquema piramidal no es más que un timo que sólo hace rico al que está realmente arriba del todo de la pirámide, que se alimenta de todo el trabajo de los pobres campesinos del fondo de la pirámide.

Así que, con todas mis sospechas en mente, le dije al responsable que no podía aceptar el trabajo, que el horario no me cuadraba muy bien y no podía perder demasiado tiempo.

Me respondió que como yo quisiera, pero que en un país con 4 millones de parados no podía pretender buscar un trabajo y pedirles las condiciones a la carta, como a mí mejor me venga.

"Cierto." Respondí. "Por eso creo que voy a centrarme en mi carrera."






En otro orden de cosas, el día 30 salió el nuevo disco de los Red Hot Chili Peppers y, por supuesto, lo compré.
Está guay, aunque Klinghoffer no me termina de convencer. Me gustaba más Frusciante.

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