Error

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En 1881, la revista científica francesa La Science Populaire publicaba el 28 de Abril con orgullo el descubrimiento de que la luz viajaba a una prodigiosa velocidad de 6.000 leguas por segundo.

El 19 de Mayo aclaraban en una nota que el artículo referido a la velocidad de la luz tenía un error tipográfico y era importante aclarar que la velocidad de la luz eran 76.000 leguas por hora, y no 6.000.

El 16 de Junio tuvieron que escribir una nota aclarando que la nota referida a un error en un artículo previo de la revista contenía un error. La velocidad de la luz eran aproximadamente 76.000 leguas por segundo.


BONUS: No sé cómo esta canción no es cabecera de alguna película de James Bond.

Ojo

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Darwin descubrió el verdadero mecanismo de la evolución. Toda la variedad existente en la vida tenía que ser fruto del trabajo de un inteligente diseñador, capaz de crear millones y millones de diferentes especies. Pero la evolución trabaja de una manera muy peculiar e interesante, que es a lo que me voy a dedicar a explicar con un ejemplo.

Pensad en el ojo humano, una obra maestra de la complejidad. Requiere córnea, iris, lente, retina, músculos, nervios ópticos (sin contar con toda la red neuronal necesaria para que el cerebro sea capaz de interpretar las imágenes que recibe). ¡Es una pieza más compleja que cualquier aparato jamás creado por inteligencia humana! Por tanto, parece evidente que es algo a lo que se le ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo.


Hace mucho tiempo, cuando en el mundo todavía no habían ojos que vieran, la vida era ciega. Cuatro mil millones de años atrás, la vida existía en las aguas sin nada que reconociera el entorno que les rodeaba. Hasta que, unos cientos de millones de años después, hubo un error microscópico de copia en el ADN de una bacteria. Este error aleatorio le dio a esa bacteria una proteína que absorbía la luz solar.

Como en cualquier población de seres vivos, las mutaciones se siguieron dando de forma aleatoria. Una de esas mutaciones provocó que un tipo de bacterias huyeran de la intensa luz del sol. Esas pequeñas acababan de ganar la habilidad para distinguir el día y la noche. Aquellas bacterias que eran capaces de distinguir las horas de radiación más fuerte tenían una fuerte ventaja frente a las demás.

Durante el día rayos ultravioleta con el poder de dañar severamente el ADN azotaban las aguas. Las bacterias más sensibles huían a zonas más profundas buscando la oscuridad para duplicar ahí su ADN y sobrevivieron en mayor número que el resto de bacterias que se mantenía en la superficie.

Con el tiempo, esas proteínas que absorbían luz se concentraron en un único punto dentro de los organismos unicelulares. Esta concentración hacía mucho más fácil encontrar la luz y favoreció a aquellos organismos que necesitaban luz para crear comida.

Con la llegada de los organismos multicelulares, estos pequeños peces desarrollaron hoyuelos para almacenar ahí las proteínas receptoras de luz. Estas depresiones con forma de bolas les permitieron ditinguir bien la luz y la sombra y reconocer dónde estaba la comida y dónde estaba lo que les comía. Una ventaja tremenda para sobrevivir.

Más tarde, esos hoyuelos se hicieron más grandes y evolucionaron en unas cuencas con un pequeño orificio. La selección natural esculpía lentamente el ojo que conocemos a través de miles de generaciones. Ese orificio cada vez se hacía más pequeño y, con la adición de una membrana protectora, sólo una pequeña porción de luz podía entrar en las cuencas, pero era más que suficiente para obtener una nítida imagen en la superficie interna del ojo.

Esto agudizó el enfoque. Un agujero más grande hubiera logrado una imagen más brillante, pero más desenfocada. Con esto, los peces ganaron nociones de profundidad en su vista.

La competición por sobrevivir era bestial, y entonces una nueva mejora apareció: la lente, que proveía tanto de nitidez como de más brillo. ¡Los peces podían ver ya en alta definición! En serio. Tanto de cerca como de lejos.

Pero entonces algo terrible ocurrió. ¿Os habéis fijado cómo una pajita en un vaso de agua da la impresión de doblarse en la superficie? Eso es porque las ondas de luz se doblan al pasar de un medio a otro (de aire a agua en este caso). Nuestros ojos originalmente evolucionaron para ver en el agua. Los fluidos dentro del ojo amablemente eliminaban la distorsión de la luz al doblarse en el agua.

Para los primeros anfibios que se atrevieron a salir a la superficie terrestre aquello era insoportable. Rayos de luz iban directamente del aire seco a sus todavía mojados ojos. Eso causaba todo tipo de distorsiones y tuvieron que seguir adelante con eso.

Nuestra visión no ha vuelto a ser tan buena como lo era desde entonces.

Nos gusta pensar en nuestros ojos como una obra maestra de ingeniería, pero millones de años después no somos capaces de ver bien cosas justo enfrente de nuestras narices o distinguir pequeños detalles en la oscuridad como un pez puede.

Al salir del agua, ¿por qué no empezó la naturaleza de cero con un nuevo proyecto de ojo, uno que estuviera diseñado a propósito para ver en el aire? La naturaleza no trabaja de esa manera. La evolución reforma estructuras existentes a través de las generaciones, adaptándolas con pequeños cambios.

No fue posible borrar y cambiar, pero desde ese momento los ojos buscaron su manera de ser útiles en el nuevo medio en el que se hallaban. Dependiendo de su estado de evolución, se pueden encontrar una gran variedad de ojos con características distintas, atendiendo cada una a la superviviencia necesaria para cada especie, y todos ellos funcionan.


Me parecía una historia súperinteresante.