El Héroe Ingeniero

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Cogí el avión a Cancún. Eran las 12 de la noche, y tenía una reunión al día siguiente. La llegada del vuelo estaba prevista a las 10 de la mañana, es decir, el vuelo duraría 36000 segundos.

Nada más despegar utilicé mis súperpoderes de ingeniero y descubrí una grieta situada en la raíz del ala por su cara superior de 70 milímetros atravesando de lado a lado la chapa que forra el ala. ¡Malditos aficionados! Son incapaces de hacer bien su trabajo. En fin, mientras lleguemos a tierra no es mi problema. Ya se apañarán.

Saqué mi portátil y empecé a preparar la presentación que tenía que hacer al llegar a Cancún.

Apenas habían pasado dos horas de vuelo cuando me dio por volver a echar un vistazo a la grieta. ¡Joder! ¡Había pasado de medir 70 a 100 milímetros! Eso se estaba yendo de madre. Había que hacer algo. Saqué mi calculadora programable y me puse manos a la obra.

El ala tiene una longitud de 12,5 metros y está recubierto por una chapa de 13 milímetros de espesor de una aleación de aluminio 7073-T6 cuyo módulo elástico es de 80 gigapascales y su factor crítico de intensificador de tensiones de 60 megapascales por raíz de metro. El ala se flexiona hacia arriba y hacia abajo con el movimiento del vuelo. Con cada ciclo las chapas que forman el ala se alargan y encogen 14 milímetros, respectivamente.

Conociendo el alargamiento, que son los 0,014 metros dividido por los 12,5 metros de longitud (0,00112), se puede calcular la tensión máxima que sufre el ala mediante la Ley de Hooke. Multiplicando la alargación máxima por el módulo elástico se obtiene una tensión máxima admisible de 89,6 megapascales.

Ahora es posible conocer el tamaño de grieta crítico para rotura considerando las cargas cíclicas. Si se considera el factor de forma igual a 1 por ser una grieta superficial, con los datos que ya se tienen se obtiene un tamaño crítico de 142 milímetros.

Utilizando la ecuación de Paris y Erdogan con un coeficiente A igual a 1,69 por diez elevado a menos 9 y m igual a 3 para ajustar la velocidad de crecimiento de la grieta es posible calcular cuántos ciclos ha habido desde que la grieta medía 70 milímetros hasta ahora que mide 100.

222,4 ciclos en dos horas. ¿Y cuántos ciclos le quedan hasta llegar al tamaño crítico de rotura? ¡463,3!

Este avión se va a romper en cuatro horas. ¡Ni de coña llegamos a Cancún! Malditos aficionados, nos han condenado a todos. Todavía es posible dar media vuelta. Iré a hablar con el capitán.

Me levanté del asiento y me encaminé hacia la parte delantera del avión. Una azafata custodiaba la puerta por la que quería pasar y apreció que estaba alterado.

"Tengo que hablar con el capitán." Dije yo.

"Me temo que no es posible. Le ruego que vuelva a su sitio, señor."

"No lo entiende. Se trata de un asunto de vida o muerte." Tampoco le iba a contar todo a la azafata.

"Señor, si tiene problemas de ansiedad le podemos proporcionar unas pastillas para que duerma hasta el fin del trayecto." ¿En serio? Pero bueno, no había que desaprovechar la ocasión.

"Está bien. Eso me tranquilizará."

Hice el amago de dar media vuelta y, en cuanto la azafata se puso a buscar las dichosas pastillas, me abalancé sobre la puerta de la cabina del capitán abriéndola antes de que la azafata pudiera reaccionar. Entré como un rayo y cerré el pestillo de la puerta para que no molestara nadie.

"¡Rápido! Se trata de una emergencia. ¡Tienen que dar la vuelta!"

No había acabado de hablar cuando el copiloto ya había dejado su puesto y se lanzaba contra mí al grito de "¡¡TERRORISTA!!" ¿Quizás tenía que haber llamado antes de entrar?

Cogió una palanca y la agitó delante de mi con la intención de darme. Ágilmente esquivé los golpes mientras oía a la azafata al otro lado de la puerta dando porrazos a la puerta.

El piloto había conectado mientras el piloto automático y se levantó a ayudar a su compañero. Utilizando mis súperpoderes de ingeniero y mis conocimientos adquiridos viendo películas de James Bond logré tumbar a los dos hombres y atarlos con cinta aislante que encontré en la cabina.

La azafata preguntaba por el estado de los pilotos al haber cesado el ruido provocado por el forcejeo. No me quedó más remedio que fingir una voz distinta y decir: "Todo en orden. Seguimos el rumbo marcado."

Acto seguido me puse a los mandos del avión y di la vuelta. Esperaba estar todavía a tiempo. La pelea podía haber hecho vibrar el ala más de lo que debería.

Al cabo de dos horas y pico nos aproximamos al aeropuerto de partida y comencé el descenso. Las azafatas se dieron cuenta y volvieron a hacerse notar aporreando la puerta. No debían entender nada. No pude hacer nada más que ordenarles que se aseguraran de que todo el mundo estuviera en su sitio. El aterrizaje no iba a ser muy agradable dada mi falta de práctica.

La radio empezó a sonar. Pedían identificación para aterrizar. ¿Quién tenía tiempo para responder?

Me encaré suavemente hacia la pista de aterrizaje y forcé un poco el desenso para no pasarme de largo. El tren de aterrizaje tocó el suelo con mucha violencia y todo el avión tembló como un flan. Fue entonces cuando se escuchó un estruendo horrible y la gente comenzó a gritar muy fuerte en la parte de atrás. En efecto, el ala había cedido y se deslizaba por el asfalto de la pista de aterrizaje.

La cosa no pintaba bien. Sin un ala empezaría a girar como no hiciera nada, de modo que activé el paracaídas de emergencia y pulsé todos los botones que me ayudaran a perder velocidad.

Finalmente, por mucho que les sorprenda, conseguí detener el avión. Los pasajeros aplaudían, las azafatas me daban besos y todo el mundo que presenció la escena desde el aeropuerto gritaba y daba gritos de emoción.

Imbéciles, no sabían que por culpa de esto iba a llegar tarde.


Y ese, señores, es, principalmente, el motivo de mi retraso. Disculpen.

En l'an 2000

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Hoy voy a comentar una serie de ilustraciones francesas hechas a principios del siglo XX. La temática es ver cómo funcionará el mundo 100 años después. Ahora que ese momento ha pasado, es hora de cogerlas y criticar aquello en lo que se equivocaron, aunque sorprende ver a veces que no iban mal encaminados.


La primera muestra lo que interpreto como una batalla en medio de una guerra. Se ven dos coches enfrentados y soldados con armas en cada coche. Una buena idea de lo que hoy conocemos como tanques.


Un agradable paseo en patines. No sé si será verdad, pero juraría que en los talones tienen una especie de baterías. Una premonición de que la tecnología nos hace vagos, tal vez. En vez de andar usamos zapatos que andan solos. Aunque en la ilustración tiene pinta de que hacen los movimientos de patinaje igualmente.


Y claro, como en el año 2000 ya podremos volar todos, los bomberos apagan así el fuego. Y pensar que esto está pensado casi cuando todavía no se podía hacer nada volar.


En casa escuchas el periódico en vez de leerlo. De nuevo pereza por la tecnología. Hoy en día esto lo llamamos televisor, que es lo mismo que pintan pero además con imágenes. Pero claro, ¿qué iban a saber ellos de electrones retrodispersados?


Este es uno de mis favoritos. En la ópera, ¡los instrumentos se tocan sólos! Esto me trae a la mente los sintetizadores de música y gran parte de la música moderna. Referenciando al señor Jack White, "la tecnología es un gran destructor de la verdad y la emoción". Al final queda triste ver una orquesta vacía, por muy bien que suene la música.



Un arquitecto construye una casa él solo, únicamente pulsando botones. Tan lejos no hemos llegado, pero igual este es el secreto de las pirámides. No lo he comentado todavía, pero me encanta la idea de que aunque pasen 100 años y avance la tecnología, todo lo referente a la moda y estilo de vida permanece igual.


Ésta mola un montón.


En clase basta con triturar unos cuantos libros y machacarlos eléctricamente en tu cerebro para aprender. No está mal pensado, pero no sabemos demasiado sobre el cerebro todavía como para jugárnosla así. De todos modos sí que hemos logrado poder aprender sin libros con ayuda de los ordenadores, los móviles e internet.


Esta ilustración se lleva el premio al McAuto del futuro.


Esta es la versión submarina del barco volador que ha salido antes. Para la época de la ilustración todavía no se habían construido submarinos de verdad, pero Jules Verne ya había dejado bien claro cómo funcionaba el Nautilus. Es curioso que para hacer un transporte submarino piensen en depender de un cachalote atado y tener a alguien detrás con un remo en vez de en unas cuantas hélices.


Ésta es graciosa porque supongo que esperarían descubrir caballitos de mar así de grandes.


El sastre te toma las medidas y tu ropa sale al instante por la máquina. ¡Toma eficiencia!


Esto es Skype. Aquí han sido muy ingeniosos para pensar en las videoconferencias.


Y, por supuesto, si todo el mundo vuela, tendrá que haber guardas regulando el tráfico. A ver quién es el listo que para una avioneta en medio del aire.