Sofía

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Sofía y yo estábamos cenando en un restaurante mexicano. En fin, por probar sitios nuevos más que nada.
Todo iba sobre ruedas hasta que una mujer en la mesa de al lado saca un paquete de tabaco de su bolso y se enciende un cigarrillo en su boca. Sofía y yo paramos un instante nuestra conversación para observar cómo el humo se iba acercando a nuestra mesa. A ninguno de los dos nos gusta el olor del tabaco, y realmente nos iba a fastidiar el resto de la cena.

Sofía gira su cabeza hacia mi y sugiere:
-Sergio, ¿puedes decirle algo?

[Maldita sea...]

-Sí, claro.
Me levanto y me dirijo al asiento de la mujer. Estaba sentada con un hombre. Supongo que había tomado suficiente vino como para no extrañarse de mi visita.


-Disculpe, señora. ¿Le importaría apagar su cigarrillo? Es que estamos cenando aquí al lado y realmente nos molesta el humo que nos llega. Le agradeceríamos mucho si lo hiciera.

-Oh, venga. Acabo de terminar mi cena y me apetece fumarme uno. No está prohibido.

[¿En serio no está prohibido? ¿En qué universo he acabado esta vez? Tendré que probar otra estrategia para convencerla.]

Me agaché ligeramente para estar más cerca de la mujer y empecé a hablar más flojo.

-Verá, prefería no tener que contárselo, pero lo cierto es que esa chica con la que estoy cenando está... en fin, está embarazada.

La mujer mostró sorpresa y echó una mirada a mi mesa.

-¿Tan joven?

-Bueno, tampoco tiene ocho años. El caso es que no estamos pasando por un buen momento, y ya que hemos tenido este desafortunado accidente, me haría ilusión que al menos el niño crezca sano. Así que por favor, apague el cigarrillo.

[Sí, ¡funcionó!]

La mujer apretó el cigarro contra el cenicero apagándolo.

-Muchas gracias.-dije. -Que disfruten del resto de la noche.

La mujer no me contestó. De hecho, se levantó y se empezó a dirigir hacia nuestra mesa.

[Mierda...]

Sofía había observado toda la escena pero, por supuesto, no había escuchado mi mentira. Maldita señora, ¿no puede quedarse en su sitio?
A todo esto, yo decido sentarme en mi silla. Creo que ya estamos empezando a llamar la antención.
La mujer empieza a pedirle disculpas a Sofía por lo del cigarrillo y ella me dice con la mirada, riendo: "Vaya mujer más exagerada, jaja. No es para tanto."
Yo no puedo hacer más que responderle: "Hay que ver, ¿eh?"

[Bueno, con suerte la señora se callará pronto, volverá a su sitio y Sofía simplemente pensará que se me da bien pedir las cosas.]

En esto que un hombre unas cuantas mesas al fondo se levanta y viene hacia nosotros. Le da unos toquecitos en el hombro a Sofía y ésta se gira.

-¡Tío Juan! ¿Qué haces aquí?

[¿Tío? Oh, genial, todo el mundo está escuchando ahora.]

-Oh, ¿usted es familiar de esta chica? Lo siento mucho.

[¡Señora, maldita sea! ¿Aún está aquí?]

-¿Por qué? ¿Algo va mal, Sofi?

-Me acaban de contar lo del embarazo.

[Catástrofe nuclear en 3...2...1...]

-¡¿Qué estás embarazada?! ¿Lo sabe tu madre?

[Caray, ahora seguro que lo saben hasta los cocineros.]

Sofía estaba paralizada. No la culpo, tiene que ser impactante enterarte de algo así por un desconocido. De hecho, sentía cómo en su mente todos los cuchillos del restaurante levitaban y se lanzaban sobre mi.

Pantalla en negro. Siguiente escena.

En el coche de vuelta a casa Sofía ni me miraba. Pero no está enfadada, simplemente no entiende aún qué ha ocurrido.
Estas cosas se le acaban pasando cuando le explico bien lo que ha sucedido.
Luego se ríe.
Siempre se ríe.

2 comentarios:

G. Rodríguez dijo...

Bravo, me ha encantado.

Unknown dijo...

[maldita señora]

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