Armario

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José Antonio estaba solo en casa. No tenía miedo, de hecho le daba bastante igual. Jugar al ordenador le abstraía de todo lo demás. Pensar y vivir en esos otros universos a los que podía acceder a través de una pantalla era todo lo que necesitaba para sentirse a gusto.

Pero ese día quería algo distinto. Se sentía con ganas de aventuras y decidió explorar un terreno que habitualmente le estaba prohibido: el cuarto de sus padres. Aprovechando su ausencia se coló en la habitación sin estar seguro de lo que buscaba, pero con la esperanza de encontrar algo.

No parecía haber nada sorprendente a simple vista. Una cama grande, una mesita de noche a cada lado, una alfombrilla en el suelo,... Normal, pensó José Antonio, los tesoros siempre están ocultos. Al menos eso es lo que le habían enseñado sus videojuegos, por lo que buscó en el armario más grande que había.

Al abrir la puerta se quedó parado. Había una pila de cajas envueltas en papel de regalo que llenaban prácticamente todo el espacio. José Antonio las observó un largo rato y pensó que lo más sabio era dejarlo todo como estaba. Intuía que se metería en líos si sus padres no lo encontraban todo tal y como lo dejaron, así que cerró el armario y volvió a su ordenador.

Días más tarde, José Antonio se despertó y encontró esa misma pila de regalos debajo de un árbol en su propia casa. Nunca más volvió a ser el mismo. ¿Para qué iba a confiar en nadie si sus seres más queridos le engañaban y mentían en su propia cara? ¿Qué les había hecho él a ellos para que le trataran así? ¿Qué clase de broma pesada le estaban haciendo?