Casi No

0

Category :

Hace mucho tiempo me propuse crear mi propio juego de mesa motivado por mi afición a éstos. Tuve muchas ideas y todas se rechazaron o por complejidad o falta de recursos hasta que ideé el Casi No. Con las estrenas de Navidad financié más que de sobra el proyecto y lo completé hace año y medio, aunque todavía puede sufrir modificaciones.

Casi No es el nombre del casino de Coin Cashman, un multimillonario que ha impreso una moneda de un millón de dólares y ha prometido entregarla a aquel que vaya a su casino y supere el reto que ha preparado.

Es fase beta todavía. El tablero no es definitivo.

En Casi No juegas moviéndote por el casino de Coin Cashman apostando en todo tipo de juegos de azar con el objetivo de ser el primero de los aspirantes en alcanzar un millón de monedas del casino para conseguir la codiciada moneda de un millón de dólares.

Empiezas la partida con mil monedas y tiras el dado para avanzar por el tablero. Dependiendo de la casilla en la que caigas ocurrirán diferentes cosas.

Las casillas azules activan un juego de azar individual, desde la clásica ruleta hasta tiradas de dados. Las casillas rojas te permiten retar directamente a un oponente apostando una cantidad de monedas que se lleva el ganador. Los duelos son tan ancestrales como un piedra, papel o tijera o más modernos apostando por el vencedor en el ring de boxeo del Casi No en el que se emplea la herramienta Google Fight para resolver las peleas. Las casillas verdes hacen que cojas una tarjeta de evento y cualquier cosa puede ocurrir. Ganar monedas, apostar la mitad de tu dinero al rojo en la ruleta e incluso trabajar en el Casi No durante un turno.

Luego hay casillas especiales. Las casillas con una R te obligan a jugar a la ruleta en ese momento. Además, todo aquel que esté en la zona de la ruleta cuando alguien juegue está obligado a jugar también. Las casillas con un 7 hacen que tengas que jugar al 7 de la suerte en ese turno. El 7 de la suerte es un juego que cogí de Mario Party 3 y se utilizan las cajas de colores que se ven a la izquierda en la foto.

La figura central del Casi No.

Las casillas amarillas tienen la T de tesoro. En medio del casino hay una calavera gigante con un cofre del tesoro con monedas en su interior. Sólo una de las llaves que hay alrededor abre el cofre. Al principio de tu turno puedes elegir comprar una llave, pero si caes en una casilla de tesoro consigues una llave gratis.

La zona de la Bolsa, con la moneda de un millón de dólares.

Las casillas con una B inician un evento de Bolsa. El Casi No tiene su propio rincón financiero. Los clientes del casino pueden jugar en Bolsa con las empresas que posee Coin Cashman. Cada empresa tiene un número determinado de acciones y el valor de las acciones varía aleatoriamente cada turno. Caer en una casilla de evento de Bolsa puede aumentar o disminuir el valor de las acciones de una empresa.

Aparte de esto el juego está lleno de pequeños detalles como el número de la suerte. Al principio de cada turno se saca el número de la suerte (del 1 al 6) y cada vez que ese número salga en la tirada de alguien, recibe monedas extra.
Cuando tienes muchas monedas puedes contratar el seguro especial anti-azar de Coin Cashman que minimiza las pérdidas que puedas sufrir.

Coin Cashman no pierde. Se habrá gastado un pastón en hacer la dichosa moneda, pero la publicidad que genera todo este evento para su casino le acaba compensando.



Cartera

0

Category :

Un hombre pasea por la ciudad y se mete en un callejón. De pronto le asalta un hombre con una navaja y le pide la cartera bajo amenaza de muerte. El atracador va en serio y el hombre le da su cartera para no meterse en problemas.

Al cogerla, entre insultos y blasfemias, el atracador comienza a vaciar el contenido y lanzarlo al suelo enfadado o incluso a la cara del hombre. Lo tira todo: billetes, fotografías, tarjetas de crédito...

Cuando acaba, sin dejar de apuntar con la navaja al hombre, se marcha con su codiciada cartera. El hombre se queda solo en el callejón con todas sus cosas por los suelos y algunos billetes siendo llevados por el viento.


Cartas

0

Category :

La vida es un juego, o asi me gusta verlo a veces. Jugamos todos una partida eterna en la que tenemos que apañarnos con las cartas que se nos dieron al empezar.

Pese a todo, siempre evito quejarme de la mala mano que pueda tener. De hecho, en vez de eso trato de jugar con lo que tengo intentando sacarle el máximo partido. Tener malas cartas no quiere decir hacer malas jugadas. Tres doses hacen más que dos ases y dos reyes juntos. Solo es cuestión de saber jugar y aprovechar tus cartas.

Pero, ¿cómo se juega? No hay ningún reglamento, nadie te explica el juego. Es bien importante conocer las reglas antes de jugar para saber lo que puedes hacer e incluso planear alguna estrategia. Quizás de eso mismo se trate el juego, de aprender precisamente en qué consiste.

Y, ¿quién gana? Mucha gente ha jugado y ha acabado la partida, pero el juego continua. ¿No ha ganado nadie aún? ¿Ganamos todos al final? Algunos se han ido con más nivel que otros, asi que tiene que haber alguna diferencia al final para cada uno.

Pero a mi no me preocupa ganar. Me da igual el resultado mientras disfrute la competición. Hace tiempo aprendí que nunca seré el mejor en nada. Puede sonar triste, pero es cierto y es algo que cuanto antes se asuma mejor. Siempre va a aparecer alguien que te supere en aquello en lo que te has estado esforzando para ser excelente. Y eso no es malo en realidad. No ser el mejor no quiere decir ser malo. Por eso desde entonces dejé de competir contra los demás y me puse a mi mismo como rival a batir en todo lo que pudiera. Si consigo ganarme siempre estoy en una mejora constante, y quizás no llegue nunca a ser el mejor, pero seguro que habré hecho una jugada decente.

De la misma manera nunca vas a ser el peor de todos en nada. Puede irte todo mal, puedes quejarte lo que quieras, pero siempre habrá alguien en un peor momento y a lo mejor no se está quejando tanto, y tal vez no esté tan lejos de ti como puedas imaginarte.

Intento jugar bien mis cartas, hago lo que puedo con lo que tengo.


En serio

0

Category :

Se había hecho tarde. Tenía que levantarme pronto a la mañana siguiente y ni siquiera había recogido la mesa después de cenar. Aunque me moría de sueño me obligué a dejarlo todo recogido antes de acostarme.

Al acercarme a oscuras al comedor iba notando el ambiente algo cargado, contagiado de una manera poco habitual. Con el cuerpo alerta encendí la luz y no pude evitar pegar un grito del susto que me llevé. Enfrente de donde me había sentado a cenar había un hombre terminándose los restos de comida que había dejado y no quería dejar ahí fuera toda la noche. Además había cogido una de mis cervezas de la nevera.

Era un hombre mayor, o al menos mayor que yo. Tenía toda la cara cubierta por una inmensa barba tan negra como el carbón que no dejaba ver nada a través de ella. Parecía recién bajado de un barco que llevara semanas sin pisar tierra, pues además tenía la piel algo oscura (la poca que se le podía ver) y castigada por el sol. Desde luego una figura intimidante que me miraba con ojos serios desde su posición.

-No grites a estas horas, hombre. ¿No ves que vas a despertar a todo el mundo?

Su presencia en mi comedor me descolocaba por completo.

-¿Q... quién eres?

-Esa guitarra que sonaba hace un rato ahí atrás eras tú, ¿verdad? ¡Sonaba horrible!

Su presencia en mi comedor empezaba a molestarme. Después de ese comentario mi miedo se transformó en indignación. Ya era capaz de hablar con normalidad.

-Ese queso que comes es mío.

-Oh, no te preocupes. Soy un producto de tu imaginación. No me estoy comiendo realmente tu comida, aunque por lo que tardabas en limpiar esto bien podía haber venido cualquiera a hacerlo. Quizás tenía que haberme aparecido como un insecto gigante, así habrías aprendido más rápido la lección.

-Eh, muy bien. Ya estaba viniendo precisamente a recoger todo esto por mi mismo. Que estuvieras aquí o no no ha hecho ninguna diferencia.

-No he venido a decirte que hagas las tareas del hogar, pero tienes que tomártelo todo más en serio.

-¡Maldita sea! ¿Qué dices? ¡No podría tomarme más en serio las cosas últimamente!

-Ya... ¿Y cómo te va?

Ya estamos... Esta gente parece que no sabe hacer otra cosa más que aprovecharse de las situaciones difíciles. No me apetecía quedar como un flojo delante de este señor.

-Bueno, ya sabes... unas veces te comes al oso... y otras veces el oso te come a ti.

-Eso dicen, parece.

El hombre hizo una pausa larga en la que aproveché para mirarle fijamente a los ojos. Si su barba era puro carbón, sus ojos reflejaban las profundidades de la mina de la que lo sacaron. Al final del todo se podría ver cómo meditaba las palabras que estaba a punto de decir, si fuera posible llegar hasta el fondo.

-Tal vez no seas capaz de darte cuenta, pero das pena comportándote así. Tienes que espabilar, aunque no debería decirte cómo. Es un problema que tienes que afrontar tú solo y encontrarle solución, ¡y cuanto antes mejor! Te darás cuenta de que ese oso no te tendrá tantas ganas si ve que haces las cosas bien.

De pronto se esuchó un ruido tremendo. ¡Sonaba la bocina de un barco desde la cocina! Justo al girar la cabeza se fue la luz. Un segundo después volvió, pero el hombre se había desvanecido y mi queso estaba tal y como lo había dejado horas atrás.





Brassiere

0

Category :

Los Ig Nobel premian aquellos logros que primero hacen reír y después pensar. En 2009, la doctora Elena Bodnar junto con su equipo recibió el Ig Nobel en salud pública por patentar un sujetador que, en caso de emergencia, puede separarse y servir como máscara facial protectora.

Aquellos interesados en la patente pueden consultarla aquí.


Como se puede apreciar, el invento es bastante simple. No es más que un sujetador normal y corriente con un enganche en la parte delantera también, aunque es necesario mencionar que el sujetador está hecho de un tejido especial que actúa como filtro de gases y hace que no sea tan barato como uno normal, aunque su precio tampoco es exagerado. Es un invento totalmente funcional.

Una de las ventajas que tiene todo esto es que la portadora posee dos mascarillas y la inventora siempre bromea con que eso sirve para elegir a quién quieres que sobreviva contigo en caso de emergencia. Imaginad una pila de hombres rogándole a una mujer que les deje su sujetador, pegándose por ello y todo, en medio de un escape de gases en una fábrica.

Es habitual ver a la doctora Bodnar en las ceremonias de los Ig Nobel mostrando su invento y haciendo una demostración. Para ello se quita el sujetador en el escenario y se coloca una mascarilla a ella misma y otra a algún afortunado premio Nobel. Alguna vez se ha quitado más de un sujetador.


Ya es bien sabido que los Ig Nobel primero hacen reír. Vamos ahora a la parte de pensar.

La doctora Bodnar trabajaba como física nuclear en Ucrania cuando ocurrió el accidente de Chernobyl. Colaboró en las tareas de asistencia a los afectados y se involucró mucho a la hora de estudiar las consecuencias de la exposición radioactiva debida al accidente. Después de eso, ha colaborado con la Organización Mundial de la Salud en numerosos proyectos relacionados con el accidente de Chernobyl.

La visión que tuvo esta mujer a la hora de diseñar el invento fue que si mucha gente hubiera dispuesto de su sujetador/mascarilla entonces se podrían haber evitado cientos de miles de casos en el momento del accidente.

Basándose en que la población mundial se reparte aproximadamente 50/50 entre hombres y mujeres, el sueño de Elena Bodnar es que toda mujer lleve uno de sus sujetadores para garantizar la seguridad de todo el mundo.

Dejo esto con una frase relacionada con el tema para reflexionar:

Si parece estúpido, pero funciona,
quizás no sea tan estúpido.


"Historias" 13

1

Category :

[ALERTA SPOILERS]

Esta entrada pertenece a una serie de entradas que componen un relato que estoy escribiendo. Si tienes interés en leerlo todo desde el principio puedes ir a las etiquetas que hay en la parte derecha y clickar en "Relatos". Ahí tendrás todo en orden inverso, así que tendrás que empezar desde abajo del todo e ir subiendo. Si eres un masoca al que le gusta saber el final antes de empezar la historia o simplemente te divierte mirar letras puedes seguir leyendo bajo tu propia responsabilidad. Gracias.


Las puertas se abrieron y un resplandor nos cegó completamente. A pesar de ser ya de noche, la iluminación de la sala hacía que pareciera pleno mediodía. A nuestros ojos les llevó un rato acostumbrarse a estar ahí, pero nuestras mentes seguían aturdidas y entender en qué clase de lugar estábamos se hizo una tarea complicada.

Nos veíamos reflejados enfrente de nosotros, pero había algo extraño en la manera en que nos veíamos. Estábamos en una sala llena de espejos. Uno de estos laberintos que podrías encontrar como atracción en una feria, pero, ¿qué hacía algo así en un lugar como ese? Desde luego esta gente tiene una extraña obsesión con los espejos. Y tampoco parecen preocuparse mucho por la comodidad de sus visitantes.

Avanzar en cualquier dirección se hacía horriblemente difícil. Quien hubiera diseñado el recorrido realmente pensó en colocar los cruces y los giros de la manera menos intuitiva posible. Gina y yo no parábamos de chocarnos contra cristales mientras pensábamos que seguíamos la dirección adecuada.

Tras unos cuantos golpes, promesas de chichones y moratones, llegamos a una puerta con un marco rojo. La ansiedad y la incertidumbre eran muy intensas, pero con lo que había costado llegar hasta ahí lo mínimo que se podía hacer era echar un vistazo.

Gina exclamó horrorizada en cuanto observamos el otro lado de la puerta, y no era para menos. Se trataba de una visión traumática. Habíamos encontrado al hombre del maletín, o por lo menos su cuerpo inerte tirado en el suelo de un pequeño armario, y sin maletín.

Llegados a este punto, ¿qué sería lo correcto a hacer? Nuestro objetivo principal era descubrir a dónde se dirigía ese hombre, y ya lo habíamos encontrado. El instinto de supervivencia florecía e insistía en salir de ese sitio, desde luego era peligroso y perfectamente había motivos para acabar como el hombre que yacía enfrente de nosotros. Probablemente quien lo dejó ahí era la misma persona que bajaba en ascensor, quizás supo que habíamos entrado. El hombre del maletín parecía dejado ahí sin ningún tipo de cuidado, y la puerta roja era la más próxima al ascensor, si sabías moverte por el laberinto.

Contra toda lógica, decidimos terminar de investigar la sala, aunque no íbamos a abrir ninguna otra puerta hasta tener las cosas claras. Pensamos que sería buena idea ir todo el rato juntos pese a tardar más en explorar. Lo más seguro es que nos perdiéramos y no fuéramos capaces de encontrarnos entre los reflejos, y eso sería desesperante.

Después de lo que pareció una eternidad conseguimos hacernos una vaga idea del concepto del laberinto, aunque ni por asomo conseguíamos movernos con soltura a pesar del tiempo que llevábamos ahí metidos. Al final de cada recorrido, cuando el laberinto llegaba a la pared, había una puerta similar a la que encontramos al principio con el hombre muerto dentro. La peculiaridad del asunto es que cada puerta tenía el marco de un color distinto pintado, con una variedad tremenda de colores para elegir. Evidentemente un código interno fácil de aprender, pero sin pistas era arriesgado elegir una puerta rezando porque no estuviera la muerte al otro lado.

Finalmente Gina dio en el clavo, aunque no de la manera que ella esperaba:

-¡Jueff, ya lo tengo! Esta gente no piensa más que en espejos, así que el camino que buscamos estará tras el color de los espejos. Vayamos a la puerta con el marco plateado, creo recordar cómo llegar.

-Buenísima observación. Seguro que esa es la solución. Ven, por aquí creo que había una puerta verde un poco oscuro.

-¿Qué dices? Los espejos son de color plateado.

-¡Ajá! Eso es lo que quieren que pensemos, pero no vamos a picar. Esta gente no es tonta, y si de verdad es esa la clave es perfecta para los que caigan en la cultura popular.

-¿Cómo que los espejos no son plateados?

La cara que ponía Gina exigía una explicación inmediata, así que la di mientras hacíamos camino hasta la puerta que yo decía.

-Los colores que perciben nuestros ojos son ondas del espectro visible de la luz. Todas las cosas absorben la luz, que contiene las ondas de todos los colores, y reflejan aquellos colores que no absorben, de forma que todo es del color que no puede absorber. Así, cuando ves una manzana roja, es porque la luz típica blanca le golpea y absorbe todos los colores del espectro excepto el rojo, que es el que llega a tus ojos.
Volviendo a los espejos, el mecanismo es el mismo. La única diferencia es que los espejos están hechos para reflejar la luz por completo. Un espejo ideal refleja todas las ondas de luz que le llegan y por eso nos vemos reflejados en ellos. Por desgracia, en el mundo real las cosas no funcionan tan bien. Todos los espejos absorben algo de luz. No la suficiente como para preocuparse, pero estudios que se han hecho han demostrado que los espejos reflejan (es decir, no absorben) especialmente bien comparado a las demás las frecuencias de onda que detectamos como verde.
Ya te digo, el efecto es insignificante a la hora de mirar un espejo, pero cuando te colocas entre dos espejos y observas el túnel infinito que se crea, puedes ver claramente cómo al final se empieza a ver todo en un tono verdoso. La luz viaja de un espejo a otro y en cada viaje pierde un poco de todos los colores menos el verde.
Es típico pensar que son plateados porque normalmente se muestran de esa manera en imágenes, y lo cierto es que se hacen de materiales de aspecto plateado como el aluminio o el mercurio, pero el verdadero color de un espejo es el verde, y esta gente lo sabe seguro.

Con todo esto acabamos llegando ante la puerta con el marco verde. No quería mencionarlo en alto para no inquietarla, pero Gina estaba confiando ciegamente en mí. Sí, lo que le acababa de explicar era cierto, pero, ¿por qué tendría que ser esa la solución? Había por lo menos quince puertas más. Seguro que si lo pensábamos bien encontrábamos otra posible salida.

Pero ya era tarde. Estábamos frente a la puerta y la decisión parecía tomada desde el mismísimo momento en el que nos encontramos en el andén de la estación, momento que daba la impresión de haber ocurrido en otra época después de todo lo que había ocurrido desde entonces.

Estaba claro que había que seguir adelante.