Entre cardenales y moratones

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Me queda un regusto amargo en la boca. Las llamas de las velas danzan impasibles entre los vasos y platos dispuestos para la ocasión. Trago un sorbo de vino antes de sentir el estómago dar un vuelco. Las toxinas serían pronto digeridas y asimiladas. Las viejas promesas de perdón se esfuman tan rápido como un rayo atraviesa el aire para impactar contra el suelo. El silencio es el sumo protagonista en estos últimos instantes. No queda más que asumir que la verdad no hace ningún ruido.


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