Minuto 55

0

Category :

El cronómetro marcó el minuto 55 y di cuenta de ello.
Entonces fui consciente de que llevaba 55 minutos mirando un reloj. Podía acordarme de lo que había estado haciendo ese tiempo, pero era incapaz de recordar qué pasó en el minuto 16, o en el 42, ¡o en cualquiera!
Tampoco es que hubieran ocurrido cosas fascinantes, pero desde mi punto de vista no había pasado nada.
Así que empecé a tomar nota de todo lo que estaba ocurriendo a mi alrededor.
Ya habían pasado veinte segundos. Me fijé dónde estaba colocado yo; cuántas personas había a mi alrededor, si estaban sentadas, de pie o de cuclillas; atendí a todas las conversaciones que podía entender bien desde mi posición.
Cuando había hecho un análisis más que completo del momento revisé el tiempo y habían pasado cincuenta segundos. Se acabó, minuto 55. Realmente has conseguido destacar entre los demás. Hasta siempre.
Después vino el minuto 56, y probablemente di cuenta de ello, pero no lo recuerdo bien.


Todo esto no ha sido más que una manifestación de mi cerebro.
Últimamente recibe tanta información al día que le obligo a prescindir de los detalles que no llevan a ningún lado para hacer hueco a lo que quiero que le entre.
De modo que para protestar cogió todos los detalles insignificantes que pudo durante un minuto totalmente aleatorio y no sólo los almacenó, sino que los clasificó como "vitales", así que ahora no hay manera de olvidarlos.

Maldito sea.


¿No, qué?

3

Category :

Iba en bici camino de casa por el carril bici como hago siempre.

En esto que veo que hay una moto aparcada transversalmente que bloquea completamente el carril. Cuando me pasa esto me pone bastante furioso. Me da igual que sea una moto, un coche o un camión. Simplemente me entran unas ganas de acelerar y estamparme con el vehículo que está obstruyendo el carril enormes.

Pero esta vez no era una moto cualquiera, era una moto de policía. También había dos agentes al lado, así que el espectáculo estaba garantizado.

Bordear el carril bici no era una opción posible, ya que implicaba saltar un bordillo para luego rodar sobre gravilla. No parece lo más adecuado teniendo un carril bici.

De modo que me acerco al punto crítico y, con mis mejores habilidades y a una velocidad de medio metro por segundo, comienzo a pasar entre la moto y el borde sin tocar la moto y sin caerme.

Incluso para mi sorpresa, paso la prueba sano y salvo sin rozar si quiera la moto. Los agentes, igual que yo, habían seguido mi jugada con bastante atención, de modo que no me costó mucho cruzar una mirada con uno de ellos. Mientras mantenía contacto ocular con él agaché la cabeza y negué con un gran gesto de desaprobación.

Yo ya consideraba mi misión completada, pero mientras me alejo oigo un grito que dice: "¡¿No, qué?! ¡¿No, qué?!"

Instantáneamente freno en brusco y bajo de la bicicleta, mientras el agente en cuestión se aproxima a mi. Antes de que diga nada le suelto el rollo:

"Hola, buenas tardes. Me llamo Matías García y soy estudiante de psicología. Últimamente estoy trabajando en este pequeño proyecto. Consiste en hacer gestos de desaprobación a sujetos al azar. Resulta que al verse juzgados por un extraño les vienen a la cabeza toda serie de acciones por las que no se sienten orgullosos y se sienten muy alterados por ello. Su reacción ha sido hasta ahora la más brusca que he estudiado. Debe haber hecho algo muy malo, sin duda. ¿Es suya esa moto?"


Y ahora estoy en el calabozo. Es curioso: revisando la escena mi actitud en todo momento ha sido perfecta dada la situación (gran habilidad y equilibrio en el manejo de la bicicleta y buena capacidad de respuesta al inventar una historia en una situación tan límite), casi heroica (nunca califico nada de heroico). Sin embargo, he llegado a un final malo. Supongo que la próxima vez bastará con cuidar más lo que digo.


Bien, lección aprendida. Me voy a otro sitio.