En serio

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Se había hecho tarde. Tenía que levantarme pronto a la mañana siguiente y ni siquiera había recogido la mesa después de cenar. Aunque me moría de sueño me obligué a dejarlo todo recogido antes de acostarme.

Al acercarme a oscuras al comedor iba notando el ambiente algo cargado, contagiado de una manera poco habitual. Con el cuerpo alerta encendí la luz y no pude evitar pegar un grito del susto que me llevé. Enfrente de donde me había sentado a cenar había un hombre terminándose los restos de comida que había dejado y no quería dejar ahí fuera toda la noche. Además había cogido una de mis cervezas de la nevera.

Era un hombre mayor, o al menos mayor que yo. Tenía toda la cara cubierta por una inmensa barba tan negra como el carbón que no dejaba ver nada a través de ella. Parecía recién bajado de un barco que llevara semanas sin pisar tierra, pues además tenía la piel algo oscura (la poca que se le podía ver) y castigada por el sol. Desde luego una figura intimidante que me miraba con ojos serios desde su posición.

-No grites a estas horas, hombre. ¿No ves que vas a despertar a todo el mundo?

Su presencia en mi comedor me descolocaba por completo.

-¿Q... quién eres?

-Esa guitarra que sonaba hace un rato ahí atrás eras tú, ¿verdad? ¡Sonaba horrible!

Su presencia en mi comedor empezaba a molestarme. Después de ese comentario mi miedo se transformó en indignación. Ya era capaz de hablar con normalidad.

-Ese queso que comes es mío.

-Oh, no te preocupes. Soy un producto de tu imaginación. No me estoy comiendo realmente tu comida, aunque por lo que tardabas en limpiar esto bien podía haber venido cualquiera a hacerlo. Quizás tenía que haberme aparecido como un insecto gigante, así habrías aprendido más rápido la lección.

-Eh, muy bien. Ya estaba viniendo precisamente a recoger todo esto por mi mismo. Que estuvieras aquí o no no ha hecho ninguna diferencia.

-No he venido a decirte que hagas las tareas del hogar, pero tienes que tomártelo todo más en serio.

-¡Maldita sea! ¿Qué dices? ¡No podría tomarme más en serio las cosas últimamente!

-Ya... ¿Y cómo te va?

Ya estamos... Esta gente parece que no sabe hacer otra cosa más que aprovecharse de las situaciones difíciles. No me apetecía quedar como un flojo delante de este señor.

-Bueno, ya sabes... unas veces te comes al oso... y otras veces el oso te come a ti.

-Eso dicen, parece.

El hombre hizo una pausa larga en la que aproveché para mirarle fijamente a los ojos. Si su barba era puro carbón, sus ojos reflejaban las profundidades de la mina de la que lo sacaron. Al final del todo se podría ver cómo meditaba las palabras que estaba a punto de decir, si fuera posible llegar hasta el fondo.

-Tal vez no seas capaz de darte cuenta, pero das pena comportándote así. Tienes que espabilar, aunque no debería decirte cómo. Es un problema que tienes que afrontar tú solo y encontrarle solución, ¡y cuanto antes mejor! Te darás cuenta de que ese oso no te tendrá tantas ganas si ve que haces las cosas bien.

De pronto se esuchó un ruido tremendo. ¡Sonaba la bocina de un barco desde la cocina! Justo al girar la cabeza se fue la luz. Un segundo después volvió, pero el hombre se había desvanecido y mi queso estaba tal y como lo había dejado horas atrás.





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