Centeno

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Me despertaron unos ruidos que venían de dentro de la casa. Desde la litera de arriba me asomé y comprobé que mi compañero no se encontraba ahí. Seguramente volvía otra vez borracho a las tantas de la mañana. No es que me importe lo que quiera hacer con su vida, pero me molesta cuando vuelve y se comporta como si fuera la única persona que importe a veinte kilómetros a la redonda.

El ruido no paraba. Sonaba como si estuvieran removiendo todo el piso. Webber era un inútil, pero hay que reconocer que era extraño que se estuviera comportando así. Tampoco era el peor compañero que había tenido. No hace mucho estuve con otro chico, Banning creo que se llamaba. Pues el chico este roncaba como jamás he visto roncar a nadie. En serio, más te valía dormirte antes de que él lo hiciera si no querías pasarte la noche entera en vela contando los ronquidos por minuto que era capaz de producir y pensando si no sería algo de lo que preocuparse en cuanto a su salud se refiere. Les he de confesar que me estaba entrando algo de miedo, hasta que vi ponerse a una persona en la puerta del cuarto. Era la hermana de Webber.

-¿Qué haces ahí?- le dije con una voz que seguro que sonaba como si aún estuviera durmiendo.

-¡Mierda, Caulfield! No esperaba que estuvieras.

Entonces se metió en la habitación y se acercó hasta la litera de forma que sólo era capaz de verle la cara. Era muy guapa, para serles honestos. Si no fuera porque implicaría compartir una vida más cerca de un canalla como Webber probablemente me plantearía algo más serio con ella que lo que me suelo plantear. Vendría de algún tipo de fiesta porque tenía toda la cara pintada. Jo, qué mal le quedaba. No sé ustedes, pero yo no entiendo a esas chicas que necesitan taparse la cara con maquillaje cuando van por ahí. Me parecen de lo más falso. Me parece mucho más atractiva una chica cuando se muestra tal y como es que cuando te muestra lo que a ella le interesa que veas de ella.

-Holden- empezó mientras me acariciaba el pelo. Se notaba que quería algo importante. -Necesito que me digas dónde guarda mi hermano su dinero.

No hace falta que diga que, aunque estuviera un poco dormido, veía claramente que la situación iba a traerme problemas por un lado o por otro. Fuera como fuera, seguro que yo salía perjudicado.

-¿Cómo has conseguido las llaves del piso?

-Mira, Holden. Lo único que te interesa ahora es hacer algo de justicia con el cretino de mi hermano.

-¿Y eso justifica robarle?

Jo, no podía parar de mirarle los labios. Aún en la oscuridad, despedían un rojo intenso tan antinatural que me daban ganas de vomitar.

-Mi hermano se merece muchas cosas y lo sabes.

-Ey, escucha, Natalie. Sea lo que sea que quieras hacer con el dinero de Webber creo que deberías hablarlo antes con él. Joder, ¿y tenías que colarte en la casa en medio de la noche? Menudo susto me has pegado.

Me miraba con una cara ausente. ¿Saben esa cara que pone alguien cuando escucha algo que le entra por un oído y le sale por el otro inmediatamente después? ¿Alguna vez han intentado razonar algo de sentido común con alguien que siguen empeñados en sus ideas aún sabiendo que no tienen razón? Natalie no parecía tener mucha intención de ocultarme que le daba igual lo que le dijera.

-Que te jodan, Caulfield. Voy a seguir buscando lo que quiero. Y si intentas algo raro te juro que me pondré a gritar y diré que intentabas abusar de mí.

Así que salió de la habitación y siguió haciendo ruido. No conseguí pegar ojo en toda la maldita noche.


Me apetecía hacerle un pequeño tributo a Holden Caulfield.

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