Bici

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El mundo está lleno de cosas que damos por hecho que conocemos a la perfección y las dominamos porque somos tan tremendamente superiores a todo lo que nos rodea pero es justamente la ignorancia de esas cosas lo que provoca ese pensamiento. Es por eso que cuanto más se sabe, más se da uno cuenta de todo lo que no sabe.

Seguramente os sorprenda si os digo que todavía no existe una fórmula matemática que explique la dinámica de una bicicleta y por qué en reposo es inestable y en movimiento sí. La física se aventura a intuir que la fuerza centrífuga ayuda en el proceso, pero ninguna ecuación consigue acertar la realidad (reposo e inestabilidad no es algo que Newton asociara en su día).

Y no es de extrañar cuando piensas en todo lo que entra en juego al montar en bici: fuerza hacia abajo en los pedales, ángulo de inclinación del cuerpo, ángulo del manillar, precesión giroscópica en las ruedas, etc... Todo eso genera un algoritmo muy difícil de reproducir matemáticamente y, sin embargo, nuestro cerebro es capaz (a base de prueba y error) de asimilar todos estos parámetros y entender qué hacer en función de cómo se vean alterados para seguir adelante. Y, aún así, no seríamos capaces de enseñarle a un robot a manejar una bici por su cuenta.

El caso que quería compartir y por el que digo todo esto es por lo que hizo un ingeniero de Alabama recientemente. Unos soldadores que trabajan con él le pusieron a prueba y añadieron una pieza al final del manillar de una bici para invertir el giro de las ruedas. Cuando se giraba el manillar a la derecha, la bici iba hacia la izquierda y viceversa. Pues al montar en la bici los soldadores estallaban en carcajadas al verle fracasar todas las veces que intentaba avanzar. "El truco está en ir rápido", decía justo antes de pedalear la primera vez.

Bien podría ser que justo se tratara de una persona con una mala coordinación, pero no era él el único. Durante los siguientes meses se llevó la bicicleta invertida a las charlas que daba en congresos y universidades y prometía doscientos dólares a quien fuera del público que fuera capaz de cruzar el escenario de lado a lado subido en la bici. Efectivamente, nadie lo consiguió. Una vez tu cerebro tiene una manera sólida de pensar a veces no se puede cambiar aunque quieras.

Entonces este hombre se lo tomó como un desafío personal. Quería aprender a ir en la bici invertida, así que durante meses practicó entre cinco y diez minutos cada día hasta que ocho meses más tarde sucedió. Un día no podía avanzar y al día siguiente sí. Según él fue como un camino en su cerebro que había sido desbloqueado. A pesar de todo requería muchísima atención. Cualquier distracción como alguien gritando o su teléfono sonando hacía que volviera al pensamiento tradicional y se caía de la bici al instante, pero contaba como un éxito.

No contento con esto dio un paso más y probó el reto de la bici invertida con su hijo de seis años que llevaba tres yendo en una bici normal. ¡En sólo dos semanas consiguió lo mismo que a su padre le costó ocho meses! Realmente no es nada nuevo, pues se sabe que los niños tienen más plasticidad neuronal y por eso es mejor aprender idiomas de jóvenes, pero es un ejemplo más.

El problema ahora era que se había pasado tanto tiempo tratando de desaprender a ir en bici que ya no era capaz de hacerlo con una bici normal, al menos de manera natural. Después de media hora intentándolo consiguió volver a ir en una bici con el manillar no invertido tras sentir como un "click" en su cerebro, convirtiéndose así probablemente en la primera persona en aprender a ir en bici, olvidarlo y después volver a aprender.

Desconozco lo que habrá hecho respecto a todo esto después, si habrá conseguido alternar el control de su cerebro a su voluntad o no, pero es una bonita historia sobre lo que sabemos, lo que no sabemos y lo que creemos que sabemos.


BONUS: Otra cosa para la que no existe aún un modelo matemático es para el llamado efecto látigo en el tráfico. Se refiere a cuando una fila de coches se para en un semáforo, por ejemplo, y arrancan. No salen todos a la vez, sino que uno no empieza a acelerar hasta que el que tiene delante no está a una distancia prudente. Matemáticos y estadistas trabajan en esto para aumentar la eficiencia de las señales de tráfico y evitar atascos.

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