"Historias" 09

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[ALERTA SPOILERS]

Esta entrada pertenece a una serie de entradas que componen un relato que estoy escribiendo. Si tienes interés en leerlo todo desde el principio puedes ir a las etiquetas que hay en la parte derecha y clickar en "Relatos". Ahí tendrás todo en orden inverso, así que tendrás que empezar desde abajo del todo e ir subiendo. Si eres un masoca al que le gusta saber el final antes de empezar la historia o simplemente te divierte mirar letras puedes seguir leyendo bajo tu propia responsabilidad. Gracias.


Despertamos tarde al día siguiente y no me sorprendió ver que habíamos perdido toda la mañana. ¿Qué más daba? Tampoco teníamos nada mejor que hacer realmente.

Gina sacó sobras y todo lo que pudo encontrar para desayunar. Después de todo acababa de volver a la ciudad y yo tampoco le había dado oportunidad para ir a comprar. Aunque la verdad es que nos daba bastante igual, estábamos más pendientes de disfrutar el momento que estábamos pasando el uno con el otro.

Decidimos salir a dar un paseo. No es que hubiéramos caminado poco precisamente con todo el lío del día anterior, pero la ciudad parecía tener escondidos más secretos de los que aparentaba y Gina estaba dispuesta a desvelarlos.

Antes de salir de su apartamento miré mi maleta con lástima. Me daba pena abandonarla después de haberla paseado tanto tiempo. De todos modos, como siempre, me aseguré de llevar todo lo imprescindible conmigo. Salvo por un neceser y un par de mudas la maleta estaba prácticamente vacía.

Por el camino Gina no paraba de señalarme cosas por las que aseguraba que habíamos pasado la pasada noche. De verdad que no me sonaban para nada. También reconozco que me hacía un poco el loco porque me hacía gracia cómo se desesperaba Gina. Al parecer le decepcionaba ver que era capaz de bajar la guardia a la hora de prestar atención con relativa facilidad. Creo que me puso las expectativas algo elevadas.

Por cosas del destino, supongo, serían sobre las siete de la tarde cuando Gina me señaló la Torre Arena. Habíamos hecho todo el camino de vuelta con la tontería. Ya que estábamos nos pareció apropiado subir otra vez al mirador. ¿Quién sabe? Quizás el hombre del maletín aparecía ahora por alguna razón desconocida. En cualquier caso, no era mal lugar para ver el atardecer sobre los edificios de la ciudad. No perdíamos nada por volver.

Al salir del ascensor busqué directamente la estación meteorológica. Marcaba las 19:23, la temperatura era de veinticuatro grados Celsius, la presión atmosférica de mil cuatro milibares y la humedad relativa del cuarenta y ocho por ciento. Desde luego hacía algo más de calor que el día anterior, pero seguía sin llegar a los veintisiete grados que indicaba la tarjeta que encontramos en la estación.

-Jueff, mira ahí...

El tono de Gina me dio un escalofrío. Sonaba bastante asustado y sorprendido. Giré lentamente la cabeza hacia la derecha y, ¡ahí estaba! El misterioso hombre del maletín. Era él sin duda, y llevaba el maletín. Otro escalofrío recorrío mi cuerpo. Habíamos sido capaces de rastrear a ese hombre. ¿Y ahora qué? Supongo que esperar a que él mueva ficha, presuntamente a las 19:30.

Estaba pensando en eso cuando me fijé en la rosa de los vientos pintada en el suelo que se interponía en ese momento entre nosotros y nuestro objetivo, ¡y entonces lo vi claro! La tarjeta que encontramos no estaba indicando una temperatura, ¡¡sino un ángulo!! El hombre del maletín estaba apoyado en la barandilla, mirando el paisaje, a exactamente 27 grados del Norte.

Se lo expliqué a Gina, que no se explicaba cómo no habíamos caído en eso, y entonces el hombre dejó su reposo. Metió la mano derecha en su chaqueta y sacó un pequeño objeto cuadrado.

-¿Ves lo que ha sacado?- le pregunté a Gina.

-No, está algo lejos. Quizás podamos ponernos a su lado. No tiene por qué sospechar.

-Sí, pero igual se siente observado. No seamos demasiado bruscos.

De la forma más casual que pudimos conseguir con la emoción del momento nos acercamos al hombre. Lo que sujetaba en ese momento con las dos manos era un espejo. Un espejo pequeño con un marco muy antiguo, probablemente tendría un alto valor. Vimos cómo lo movía para hacer señales en la dirección en la que se le había ordenado.

Gina no dijo nada, pero me apretó con fuerza el brazo y me hizo gestos con la cabeza para que mirara hacia un bloque de edificios en la distancia. Unos destellos de luz me cegaron brevemente. ¡Alguien le estaba respondiendo! ¿Qué clase de gente es esta? ¿Por qué tienen que usar este método para comunicarse? Desde luego no son estúpidos. Tenían muy claros la hora y el lugar precisos en los que tenía que estar el hombre para aprovechar los rayos de luz que incidían en su edificio. Dudo mucho que un empresario corriente posea esa clase de conocimientos.

El hombre del maletín guardó su espejo en la chaqueta otra vez y se dispuso a abandonar el mirador. Ni siquiera nos miró mientras se iba, no creo que despertáramos sospechas. Entonces escuché en alto con la voz de Gina la imprudencia que mi mente estaba deseando cometer pero un impulso de cordura mantenía atada.

-¡Sigámosle, Jueff!

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