En todo momento me parecía ir mal encauzado, como si fuera a chocar con cualquier cosa, pero los mandos no respondían y yo avanzaba hacia delante.
Entonces el agua lo cubrió todo, ya no había nada que ver. Estaba atrapado y descontrolado. De todas las opciones posibles, lo mejor que se podía hacer era asumir la situación y llegar al final tratando de disfrutar la situación al máximo posible.
Y fue justo en ese momento, cuando la situación pudiera empezar a resultar cómoda, cuando apareció la luz al final. La confianza y la seguridad volvían conforme me acercaba a la salida, y entonces volví a ser amo de los controles.
Aunque asustado, lo repetiría. La próxima vez estaré confiado antes incluso de perder el control.
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