Esta entrada pertenece a una serie de entradas que componen un
relato que estoy escribiendo. Si tienes interés en leerlo todo desde el
principio puedes ir a las etiquetas que hay en la parte derecha y
clickar en "Relatos". Ahí tendrás todo en orden inverso, así que tendrás
que empezar desde abajo del todo e ir subiendo. Si eres un masoca al
que le gusta saber el final antes de empezar la historia o simplemente
te divierte mirar letras puedes seguir leyendo bajo tu propia
responsabilidad. Gracias.
La verdad es que tener a Gina de compañera vino de gran utilidad para movernos por la ciudad. En menos de lo que hubiera esperado llegamos a la zona de edificios altos desde la que vimos mandar la señal. Era incluso probable que llegáramos antes que el hombre del maletín. Le habíamos perdido de vista poco después de dejar la Torre Arena por intentar ser discretos.
Los edificios eran todos altísimos, típico de oficinas. Las fachadas asemejaban una única ventana gigante y los últimos rayos de sol del día se reflejaban en ella.
Identificamos el edificio en cuestión, aunque me dio rabia no haberme fijado mejor en el lugar de donde vinieron los destellos. En mi defensa diré que resultaba difícil contar los pisos a la distancia a la que nos encontrábamos antes.
Aunque fuera un edificio de oficinas no tendría que haber mucha gente a la hora que era. Estábamos a punto de entrar por la puerta principal cuando un presentimiento me hizo parar en seco.
-¡Espera, Gina! Creo que debería entrar yo solo.
-Jajaja. ¿Qué tontería estás diciendo, Jueff? Claro que vamos a ir los dos. No he hecho todo este camino para quedarme fuera y no enterarme de las cosas.
-Ya, lo entiendo. Pero es que... no sé, es difícil de explicar.
-¿Qué? Maldita sea, ¿qué te pasa? Te has puesto muy raro de repente.
-Ya, lo siento. Es sólo que creo que el autor pretende matarte.
Gina se tomó su tiempo para asimilar las palabras que dije.
-¡¿El autor?! Jueff, ¿de qué me estás hablando?
-No es fácil de explicar.
-¿Pero quién es ese autor del que hablas que dices que quiere matarme? Jueff, no entiendo nada.
-Nos conocemos desde hace algún tiempo, y me ha estado acompañando todo este viaje. Ya sabes, haciendo cosas de autor. No hablamos demasiado, pero creo que no le has caído muy bien. No se siente muy cómodo en las partes en las que tiene que meterse en tu piel para entender cómo actúas y te ha cogido manía.
Gina escuchaba atónita sin dar crédito a lo que escuchaba. Debía pensar que me había vuelto loco.
-Y piénsalo bien. Después de todo el misterio, llegar a un edificio desconocido... si quiere tiene mil maneras de acabar contigo.
-Jueff, estoy confusa. ¿Por qué me estás contando esto?
-Porque me preocupo por ti. He pasado buenos momentos contigo en las últimas horas y no quiero que te pase nada malo.
-Pues evitémoslo. No corramos más riesgo del que haga falta.
-Pero aún así quieres atravesar esa puerta, ¿verdad?
Gina asintió.
-Sólo con eso ya hay suficiente riesgo. Pero bueno, mi única intención era avisarte. Al fin y al cabo son simples sospechas. No tiene por qué ocurrir nada si vamos con cuidado. Aunque tampoco sé si es buena idea desafiar al autor.
-Mira, Jueff. Si seguimos aquí parados nos vamos a perder todo lo que pase dentro.
-Si estás dispuesta, por mí no perdamos más tiempo. Pero Gina, por favor, ten cuidado.
Nos cogimos lentamente de la mano, sientiendo cada uno el calor del otro, y atravesamos juntos la puerta automática.
La verdad es que tener a Gina de compañera vino de gran utilidad para movernos por la ciudad. En menos de lo que hubiera esperado llegamos a la zona de edificios altos desde la que vimos mandar la señal. Era incluso probable que llegáramos antes que el hombre del maletín. Le habíamos perdido de vista poco después de dejar la Torre Arena por intentar ser discretos.
Los edificios eran todos altísimos, típico de oficinas. Las fachadas asemejaban una única ventana gigante y los últimos rayos de sol del día se reflejaban en ella.
Identificamos el edificio en cuestión, aunque me dio rabia no haberme fijado mejor en el lugar de donde vinieron los destellos. En mi defensa diré que resultaba difícil contar los pisos a la distancia a la que nos encontrábamos antes.
Aunque fuera un edificio de oficinas no tendría que haber mucha gente a la hora que era. Estábamos a punto de entrar por la puerta principal cuando un presentimiento me hizo parar en seco.
-¡Espera, Gina! Creo que debería entrar yo solo.
-Jajaja. ¿Qué tontería estás diciendo, Jueff? Claro que vamos a ir los dos. No he hecho todo este camino para quedarme fuera y no enterarme de las cosas.
-Ya, lo entiendo. Pero es que... no sé, es difícil de explicar.
-¿Qué? Maldita sea, ¿qué te pasa? Te has puesto muy raro de repente.
-Ya, lo siento. Es sólo que creo que el autor pretende matarte.
Gina se tomó su tiempo para asimilar las palabras que dije.
-¡¿El autor?! Jueff, ¿de qué me estás hablando?
-No es fácil de explicar.
-¿Pero quién es ese autor del que hablas que dices que quiere matarme? Jueff, no entiendo nada.
-Nos conocemos desde hace algún tiempo, y me ha estado acompañando todo este viaje. Ya sabes, haciendo cosas de autor. No hablamos demasiado, pero creo que no le has caído muy bien. No se siente muy cómodo en las partes en las que tiene que meterse en tu piel para entender cómo actúas y te ha cogido manía.
Gina escuchaba atónita sin dar crédito a lo que escuchaba. Debía pensar que me había vuelto loco.
-Y piénsalo bien. Después de todo el misterio, llegar a un edificio desconocido... si quiere tiene mil maneras de acabar contigo.
-Jueff, estoy confusa. ¿Por qué me estás contando esto?
-Porque me preocupo por ti. He pasado buenos momentos contigo en las últimas horas y no quiero que te pase nada malo.
-Pues evitémoslo. No corramos más riesgo del que haga falta.
-Pero aún así quieres atravesar esa puerta, ¿verdad?
Gina asintió.
-Sólo con eso ya hay suficiente riesgo. Pero bueno, mi única intención era avisarte. Al fin y al cabo son simples sospechas. No tiene por qué ocurrir nada si vamos con cuidado. Aunque tampoco sé si es buena idea desafiar al autor.
-Mira, Jueff. Si seguimos aquí parados nos vamos a perder todo lo que pase dentro.
-Si estás dispuesta, por mí no perdamos más tiempo. Pero Gina, por favor, ten cuidado.
Nos cogimos lentamente de la mano, sientiendo cada uno el calor del otro, y atravesamos juntos la puerta automática.